martes, 1 de junio de 2010

LIBÉRELO

*
“La pesca es una relación de dos, la falta de uno significa definitivamente el fin del juego”
~Rogelio Durán
*
Hemos tenido ya todos los cuidados posibles para que ese pez que devolvemos a su hábitat lo haga en las mejores condiciones. Lo hemos tenido fuera del agua muy poco tiempo y lo hemos manipulado de forma correcta mientras lo teníamos en nuestras manos. Lo hemos puesto nuevamente en el agua para proceder a liberarlo y así cumplir nuestro compromiso con ese amigo que nos dio muchas satisfacciones y que nos dará buena pesca en el futuro.

Soltarlo no es nada difícil. Antes de hacerlo debemos tomarlo sin hacer fuerza por la cola y mantenerlo en posición horizontal cerca de la superficie, y en seguida lo reanimamos con un balanceo suave y repetido hacia adelante y hacia atrás para oxigenarlo con el agua que le circulará por sus agallas gracias a este movimiento. Con esta práctica lograremos no sólo que el pez se reanime gracias al oxígeno, sino que también le ayudaremos a que se oriente al volver a su elemento.

Cuando el pez se haya recuperado lo suficiente y esté listo para irse, nos lo hará saber con sus movimientos de nado. Cuando esto suceda sólo debemos soltarlo para que se vaya por sus propios medios.

Es importante que lo liberemos en un punto muy cercano al cual lo capturamos. Pensemos que el pez vuelve al agua agotado, luego de haber sufrido mucho estrés y con posterioridad a que no ha podido respirar durante un tiempo, y en esas condiciones será mejor que vuelva a su refugio habitual o por lo menos a una zona que conoce. Esto lo ayudará mucho a restablecerse correctamente en los minutos siguientes, gracias a lo cual podrá protegerse de corrientes que lo harían golpearse o de depredadores que quisieran atacarlo.

Tengamos en cuenta que lo deberemos liberar en una zona de corriente suave y lejos de la orilla ya que el agua revuelta con barro y otras partículas le entrará a sus agallas y le podría causar problemas en la branquias. Fijémonos que al soltarlo no lo estemos dirigiendo hacia las garras o dientes de algún depredador que lo pueda estar esperando en aguas profundas y sin protección.

Si nos quedan dudas de que ese pez pueda sobrevivir, por cualquier motivo, de igual manera es mejor soltarlo que matarlo. Es probable que sobreviva tras un golpe, un ojo chuzado, una agalla dañada o lo que juzguemos que fue demasiado tiempo fuera del agua. Si luego de reanimarlo, el pez se suelta de nuestra mano con movimientos natatorios y no se queda en la superficie boca arriba de manera permanente, habrá aún posibilidades de que pueda vivir. Si ese pez no sobrevive, pasará a hacer parte de la cadena alimentaria de su hábitat al servirle de comida a otros organismos, algo que para ese ecosistema es mucho mejor que extraerlo en términos de la energía que se recicla y de la cual vive ese hábitat.

Ya lo liberamos, ya cumplimos nuestra parte del compromiso con ese compañero de juego. Ya capturamos un pez y nos sentimos felices por esa experiencia que acabamos de disfrutar. No nos hacía falta matarlo. Seguimos disfrutando de un día de pesca, que como todos los días de pesca, es un muy buen día. Nos quedan el recuerdo, las anécdotas y hasta fotos con nuestra captura, que es lo que nos quedaría igualmente si lo hubiéramos matado, pero ahora además tenemos una conciencia feliz, una sensación de ser mejores personas y una ilusión de capturar nuevamente ese pez dentro de un año con un kilo más de peso.

Esto es ser un buen pescador.

No hay comentarios: