martes, 1 de junio de 2010

COMO PEZ EN EL AGUA

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“El pez al lado del pescador deportivo ya fue capturado”
~ D . Thomas
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Ya con el pez a nuestro lado, bien sea que estemos al borde del agua, entre ella, o sobre un bote, lo primero que debemos hacer es dejarlo descansar unos segundos entre el agua sin agarrarlo para que respire unas cuantas veces y se recupere un poco del estrés de la pelea. Consideremos que en ese momento ya terminó la faena de captura de ese pez. Ese pez ya cuenta como captura, y el tamaño que le calculemos cuando aún está en el agua es completamente válido para afirmar que nos “sacamos” ese pez.

Si el pez se escapa en ese momento, es lo mejor que nos puede pasar ya que la captura está completada y si el pez se suelta del anzuelo nos evitará el trabajo de liberarlo y se estará evitando todos los riesgos que le traerá ese proceso.

Recordemos que un pez puede morir algunas horas después de haber sido liberado si ha pasado mucho tiempo fuera del agua

FACTORES QUE PUEDEN PROVOCAR LA MUERTE DEL PEZ VARIAS HORAS DESPUÉS DE QUE USTED LO HA LIBERADO
a. El agotamiento y el estrés por una pelea larga.
b. Los golpes ocasionados por una mala pelea o por una caída fuera del agua.
c. Haber estado fuera del agua demasiado tiempo.
d. Haber sido manipulado incorrectamente.


Esto nos lleva a pensar que no es necesario que saquemos el pez del agua. Sacarlo del agua no hará que la captura sea más completa. La mejor manera de liberar un pez es hacerlo mientras está aún en su elemento natural, así no sufrirá una serie de consecuencias que pueden poner en riesgo su supervivencia. Si decidimos soltar al pez sin sacarlo del agua, y ojalá siempre pudiéramos tomar esa opción, debemos evaluar si es necesario sostenerlo mientras le quitamos el anzuelo. Un pez que esté aún muy vigoroso o que tenga clavado el anzuelo en una parte difícil de extraer deberá ser agarrado para poderlo liberar. Si el pez aún tiene muchos ánimos y el anzuelo está clavado en una parte cómoda para soltarlo, podemos coger el pez por la base de la cola para que no salte o haga movimientos bruscos, mientras le quitamos el anzuelo con las pinzas en la otra mano o con la ayuda de un compañero o guía de pesca. Si el anzuelo requiere de alguna manipulación para ser extraído, es conveniente que pensemos en agarrar al pez por la base de la cola y por el vientre, justo detrás de las aletas pectorales, para que podamos manejarlo durante el proceso. Para este último caso puede sernos muy útil un gancho de labio para mantener quieto el pez y así poderle sacar el anzuelo. Los ganchos de labio siempre deberán aplicarse en la mandíbula inferior del pez para que queden afirmándolo del borde de la boca. Si lo ponemos en la mandíbula superior podemos herir el pez en otras estructuras de la cabeza con lo cual le podemos ocasionar la muerte. Estos procedimientos se deben hacer con la boca del pez dentro del agua para que continúe respirando y luego se recupere mejor de la captura. Esto es lo mejor que podemos hacer cuando ya estamos en contacto con el pez, no sacarlo del agua, no tocarlo o tocarlo muy poco, y liberarlo del anzuelo con la mayor rapidez.

Si decidimos sacar el pez del agua, deberá ser por una buena razón: Porque lo vamos a pesar, porque lo vamos a medir o porque nos vamos a fotografiar con él. En cualquiera de estos casos, deberemos hacerlo bajo unas reglas y mediante unas técnicas que minimicen las posibilidades de que el pez muera posteriormente o quede seriamente afectado. En primer lugar debemos ser conscientes de que el pez está fuera del medio en donde puede respirar. Los daños que le puede causar al pez no recibir oxígeno son los mismos que nos ocasionaría a nosotros no recibir oxígeno, y esos daños pueden ser a nivel cerebral, a nivel cardiaco y circulatorio, y a nivel de otros órganos internos. Si la falta de agua para respirar es mayor a la que el pez puede resistir, sufrirá daños irreversibles que si no le causan la muerte inmediatamente, sí lo harán al poco tiempo. De otra parte la exposición al aire le causará daños por resecamiento de las branquias, de la piel y de los ojos con consecuencias también muy graves para sus posibilidades de vida.

Pensemos en que un pez fuera del agua podrá estar tanto tiempo como uno de nosotros bajo el agua. Un ser humano normal que no esté adaptado a resistir la respiración bajo el agua, podrá hacerlo por un periodo entre 30 y 60 segundos. Un buceador de apnea aguantará unos dos minutos y medio, o tres minutos cuando mucho. De la misma forma pensemos en un pez. Una trucha o una payara, peces con alto consumo de oxígeno, no deberán estar fuera del agua más de treinta segundos, y si las cosas se complican, hasta unos sesenta segundos podrá aguantar sin sufrir daños irreversibles en la mayoría de los casos. Una carpa o un bagre podrán resistir hasta dos minutos, aunque será mucho mejor si los liberamos a los 30 segundos. Si nos pasamos de esos tiempos prudenciales, estaremos multiplicando las probabilidades de que el pez muera al poco tiempo. Hagamos nuevamente la analogía con nuestro caso. Si a uno de nosotros, un pescador cualquiera, lo meten debajo del agua por minuto y medio, lo más probable es que antes de sacarlo ya haya llenado de agua sus pulmones porque no resistió más tiempo sin respirar o porque perdió el conocimiento. Lo revivimos con masajes cardíacos y haciéndole expulsar el agua de sus pulmones por presión, con lo cual volverá en sí, pero si no es tratado en un hospital al poco tiempo, sus pulmones colapsarán por exceso de líquidos a las pocas horas, o en el mejor de los casos morirá a los pocos días de una infección generalizada. Los peces no tienen médicos y no pueden darse el lujo de estar fuera del agua más del tiempo mínimo necesario sin sufrir daños que les causarán la muerte.

Hemos visto que los peces, salvo contadas excepciones en que se están alimentando, evitan la exposición a la luz solar fuerte. Esto se debe a que no tienen las mismas protecciones químicas contra el sol que tenemos la mayoría de los seres que vivimos sobre la tierra. Consideremos este factor de riesgo para el pez cuando lo saquemos del agua. No lo expongamos al sol directo si es posible, y de todas maneras evitémosle una exposición prolongada a los rayos directos del sol, sobre todo cuando está fuera del agua.

Pero con todo y esta espantosa descripción seguimos adelante en nuestro propósito de sacarlo del agua. Lo primero que debemos hacer es mojarnos las manos para agarrarlo. Las manos secas limpiarán la mucosa protectora que tiene el pez sobre su piel y sus escamas. Esa mucosa le sirve de barrera física y bacteriológica contra las amenazas biológicas de su medio ambiente. Mientras más mucosa tenga una especie de pez, más necesaria para ese pez será tenerla. Todos hemos podido ver que una herida en el cuerpo de una persona que está expuesta al agua constantemente no sana ni cicatriza, y esto es debido a que es el medio propicio para que las bacterias y los hongos vivan y se multipliquen, cosa que no pasa con el aire que es nuestro medio natural. De esa manera los peces necesitan una barrera para que esos niveles altos de bacterias y hongos no les infecten la piel. Si nos mojamos las manos antes de agarrar al pez, le estaremos limpiando mucho menos esa capa protectora de mucosa.

Otra cosa muy diferente es el uso de guantes para coger los peces. Los guantes siempre tendrán una superficie mucho más rugosa y áspera que la piel de nuestras manos, así sean de materiales suaves y aparentemente lisos, y así estén mojados, al coger un pez con ellos le estaremos haciendo una “limpieza” de fondo de su mucosa protectora. Nunca agarremos con guantes un pez si lo queremos liberar.

Al pez lo deberemos agarrar principalmente por la base de la cola, que es la parte que mueve de manera más notoria. Allí es la sección más fuerte de su musculatura y de su estructura ósea, y es donde menos daño le haremos si lo tenemos firmemente pero sin aplicar una presión exagerada. La otra mano deberá ir bajo su vientre, justo detrás de las aletas pectorales, ya que ahí es el punto que tiene más soporte del esqueleto y de los músculos en el tórax. Los peces llevan millones de años evolucionando dentro del agua, un medio mucho más denso que el aire que les sirve de soporte natural, por eso un pez al ser sacado del agua a la densidad del aire, así esté sostenido de la mejor manera, siempre va a sufrir desacomodos de sus órganos y cambios en su circulación por este efecto. Esos cambios en su estructura normal y en el funcionamiento de sus órganos vitales, pueden ser muy graves si el pez no es manipulado correctamente, o si se cae de nuestras manos o se golpea contra algo mientras está fuera del agua.

Con esto en mente pensemos que no lo debemos colgar de la cola o de la cabeza ya que desplazamiento de sus órganos vitales y de sus fluidos internos podrá ser causa de su muerte con posterioridad a que lo liberemos.

Nunca le metamos las manos o los dedos dentro de las agallas. Es como si a nosotros nos metieran una mano en los pulmones, el daño sería muy serio.

Si hemos de coger el pez con un gancho para labio, aunque no es lo más recomendable, hagámoslo por la mandíbula inferior por los motivos ya expuestos. Si lo sacamos del agua y lo sostenemos para la foto, tengámoslo con la otra mano por la base de la cola, o más adelante cerca de la aleta anal, con el fin de darle mejor soporte en el aire. Nunca lo saquemos del agua colgado de la boca. Si vamos a pesar el pez con un gancho para labio que tiene báscula, hagámoslo por unos pocos segundos, apenas los necesarios para ver cuánto pesa, y enseguida metámoslo al agua bien sostenido por el gancho y por la base de la cola.

Pareciera ser que una buena técnica de pesar un pez sea sostenerlo en una red que se cuelga de la báscula, pero en realidad esta práctica no es recomendable ya que prolonga demasiado la permanencia del pez fuera del agua, y la red tendrá efectos nocivos en la capa de mucosa de la piel del pez, así esté mojada. Tampoco es buena opción usar básculas de gancho para pesar el pez ya que éstas tienden a colocarse en la zona de las agallas con la consecuencia de mucho daño para el pez. Si llegáramos a usar una de estas, debemos tener mucho cuidado de poner el gancho en los pliegues de la mandíbula inferior del pez con la seguridad de que no le estamos haciendo daño a la lengua o causándole desgarros de sus tejidos blandos.

Los ganchos de cola no deben ser usados si queremos liberar el pez ya que por tener un cable que se cierra sobre la base de la cola, éste le causará heridas graves internas o externas al pez, imposibilitándolo para continuar con su vida normal.

El uso de redes o nasas deberá ser limitado estrictamente a los casos en que sea imposible agarrar el pez por la cola o con un gancho de labio, como cuando la borda del bote es muy alta. En estos casos la red deberá ser de tejido pequeño y recubierta de un material blando flexible y no abrasivo, y el pez deberá permanecer el menor tiempo posible dentro de ella por el efecto de la red en la mucosidad y en las escamas, y por el riesgo que esta práctica trae para los ojos y las aletas del pez.

Si vamos a medir el pez sobre una superficie, procuremos que ésta sea lo más lisa y plana posible, que esté fría o al menos no caliente por el sol, y antes de poner el pez, mojémosla lo suficiente con la misma agua de donde lo sacamos. Tengamos ahí el pez el tiempo justo para comprobar su medida, y procedamos rápidamente a su liberación.

La extracción del anzuelo se deberá hacer de la forma más rápida y tratando de hacerle el menor daño posible al pez. Para esto son necesarias las pinzas de punta delgada. Una ayuda grande para este proceso, que inclusive a veces lo hace innecesario, es el hecho de usar anzuelos sin barba o “muerte”, ya que éstos se desprenden de los tejidos del pez con mucha mayor facilidad que los anzuelos con barba.

Una buena técnica para quitarle el anzuelo de la boca al pez y mantenerlo inmovilizado consiste en voltearlo boca arriba. Si le damos la vuelta y lo sostenemos con la mano previamente humedecida por el lomo, el pez se desorienta y se queda quieto en la mayoría de los casos, lo cual nos permitirá extraerle, en un tiempo mucho menor del usual, el anzuelo sin que salte o se sacuda bruscamente. Si dominamos esta práctica evitaremos manipular en exceso el pez fuera del agua y habrá menos riesgos de causarle daños por apretarlo para poderlo controlar o por golpes ante una eventual caída de nuestras manos.

Cuando ya hayamos hecho lo que teníamos que hacer con el pez fuera del agua, en el menor tiempo posible y con todos los cuidados necesarios, procedamos sin demora a meterlo nuevamente en el agua para liberarlo.

Debemos ser conscientes de que un pez puede morir algunas horas después de haber sido liberado si ha pasado mucho tiempo fuera del agua, si ha sufrido golpes durante la pelea o mientras lo tenemos fuera de su entorno, por el agotamiento y el estrés de una pelea larga, o por haber sido manipulado de manera incorrecta.

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