martes, 1 de junio de 2010

UN CAMBIO DE ENFOQUE

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“No hay malas hierbas ni HOMBRES malos: sólo hay malos cultivadores.”
~ Víctor Hugo
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Cuando hablamos de los factores que deterioran y agotan los ríos, lagunas y costas, vimos que esas amenazas siempre tienen su origen en prácticas que realizan personas o grupos de personas. A menos de que se trate de una erupción volcánica, un terremoto u otro desastre similar, los cambios que realiza la naturaleza son muy lentos y casi imperceptibles, a menos de que sean inducidos y acelerados por la mano del hombre. El pescador comercial que acaba con una especie de peces en un río es el causante original de cambios drásticos en el ecosistema que pueden terminar hasta en la desertización de la zona.

Pensemos por el momento en un cuerpo de agua determinado, un río en el que pesquemos habitualmente. El equilibrio de ese río está amenazado por personas o grupos de personas, como pescadores comerciales, cazadores, deforestadores, encargados de basuras o vertederos de aguas negras de la comunidad cercana, y muchos otros que con sus actividades ponen en serio riesgo su futuro como ecosistema productivo. Esas personas que identificamos como enemigos del hábitat lo son debido a su ignorancia y a su visión de corto plazo. Normalmente son buenas personas, son buenos miembros de familia y ciudadanos respetables, pero han sido educados con principios que vienen de muchas generaciones atrás cuando no tenían por qué tener criterios para la conservación. Si el bisarabuelo de un pescador ribereño mataba cinco jaguares al año, iba a seguir habiendo jaguares en la zona, ya que el cazador más cercano estaba a ocho días de viaje por río. Pero hoy no hay justificación alguna para que los pocos jaguares que quedan no vivan en un ambiente intacto y sin la menor interferencia humana.

Estos “enemigos” del ambiente no son enemigos porque quieran acabar con ese ecosistema, o porque se frotan las manos mientras se ríen siniestramente a carcajadas frente a una maqueta de sus planes de destrucción. Afortunadamente no. Yo le daría mi voto a que ellos creen que hacen las cosas bien, o al menos a que lo hacen porque no saben qué más hacer. Esto es positivo o al menos esperanzador, porque si a esas personas les mostramos que hay otras vías diferentes de aprovechar esos recursos sin dañarlos y obteniendo mejores resultados, sin duda van a ensayar esa otra opción.

Miremos un ejemplo: El señor Pedro vive en la ribera de un río que tiene una larga temporada de lluvias y crecientes, y una temporada corta de verano y pesca. Toda su vida se ha dedicado a la pesca comercial artesanal porque fue lo que aprendió de su padre y eso es lo que hace la mayoría de sus amigos para subsistir. Cada año que pasa los peces son más escasos y más pequeños, y por lo tanto cada año gana menos dinero para cubrir sus necesidades básicas. Pedro mata las culebras cada vez que las ve, así sean grandes constrictoras que no representan mayor peligro porque desde muy pequeño le enseñaron que son malas. Mata los caimanes y babillas porque tienen bocas grandes y eso es peligroso. Mata algunos animales, como ocelotes y jaguares, porque son un peligro para sus tres vacas y sus pocas gallinas. Mata los chigüiros y las lapas porque tienen carne para comer. Pedro hace todo lo que sabe hacer y le parece normal hacer, así lo aprendió de su padre. Pero Pedro está haciendo todo lo que debe hacer si se trata de acabar con el río donde vive y del cual depende para subsistir.

Le preocupa el futuro sin peces, pero si no pesca todo lo que puede en cada temporada, ese año no tendrá con qué comprar el mercado o con qué pagar la gasolina de su motor. Su situación precaria, que cada vez es peor, no le deja ver más allá de su propia angustia, tiene hijos que no puede llevar al médico y mucho menos mandar a la escuela, tiene una señora que por más que lo ayuda, cada vez tiene menos qué cocinar, tiene un crédito que no puede pagar y que hará que le embarguen su casa, y varias otras cosas que no están en mejor condición. Pedro cada vez está más desesperado y esa desesperación le afila sus instintos para pescar más y matar más animales.

Un día de verano llega su amigo Juan en lancha hasta su casa. De lejos lo identifica pero le llama la atención que tenga una lancha de fibra de vidrio y un motor de los nuevos de cuatro tiempos que son inalcanzables para un pescador ribereño. No ve a Juan desde hace unos cuatro años y supone que se debió dedicar al comercio en el pueblo o a otras cosas más rentables. Ya habiendo saludado y luego de ofrecerle un café, Juan le cuenta que ahora es guía de pesca deportiva, y le comenta cómo le ha mejorado la vida, pero ahora no tiene mucho tiempo para quedarse conversando, le cuenta a Pedro que a la siguiente semana le llegan unos clientes, pescadores deportivos que llevan pescando con él dos años, y que necesita un lanchero más para ese grupo de pesca. Pensó en Pedro porque sabía que era buen pescador, que tenía una lancha y que era un tipo honesto, amable y buena persona. Pedro le comentó que no podía porque el motor fuera de borda llevaba dañado dos meses y no había tenido dinero para arreglarlo. Juan le dijo que él ponía el motor y convinieron el valor de sus servicios. Pedro no creyó que le pagaran tanto por llevar turistas unos días, pero si le daban la mitad de lo prometido le alcanzaría para arreglar su motor y para hacer el mercado de un mes, de modo que le dijo que sí.

Juan contrató a Pedro durante cuatro días, hicieron cuentas y Pedro se gano el dinero equivalente a dos meses de pesca comercial como hacía años no la veía. Al año siguiente Juan lo contrató para llevar pescadores deportivos durante cuatro semanas completas y Pedro se ganó lo que usualmente se ganaba en un año de pesca comercial. Pedro siguió pescando para vender y matando animales como de costumbre, y eso sumado a sus nuevos ingresos le dio unas mejores condiciones económicas gracias a lo cual pudo suplir sus necesidades. Pero a los dos años, Juan sólo lo contrató para guiar pescadores deportivos durante dos semanas. Un día en la playa donde acampaban, Pedro oyó a los visitantes que hablaban con Juan y se lamentaban porque cada año que pasaba la pesca era peor y cada vez se veían menos animales en las orillas. Pedro se puso a hablar con ellos sobre lo que les gustaba, y pudo ver claramente que esos pescadores deportivos no iban a volver si se deterioraba más la pesca y el entorno del río. Ya su amigo Juan le había hablado de eso, pero él no creía que a esos señores que venían de la ciudad les fuera a importar no ver tantos animales o pescar menos, si ellos no cazaban los animales y además devolvían los peces al agua, eso no les debía interesar mucho. Pero pudo ver que no era así.

Entonces Pedro habló con Juan y con sus otros amigos que ya estaban trabajando como guías de pesca para otros pescadores deportivos, y les comentó lo que sabía. Entre todos ellos compartieron sus experiencias y generaron acuerdos para cuidar el río, cada vez pescaron menos para vender el pescado y no volvieron a cazar. Se dedicaron a crearle conciencia a los demás ribereños sobre la importancia de tener un río limpio, bonito, con animales y con buena pesca para atraer el turismo, y el río empezó a recuperarse en la medida en que más lo cuidaban, y cada año les llegaban más grupos de pescadores deportivos que luego trajeron grupos de turistas ecológicos. Ahora Pedro vive de ser guía turístico. Tiene tiempo libre para su familia y para actividades comunitarias y de planeación de la industria turística de la zona. Tiene unos ingresos que superan varias veces los que le daba la pesca comercial, tiene a sus hijos en el colegio y ya está pensando en mandarlos a la Universidad en unos años. Pedro tiene el futuro despejado y claro, él sabe que si hace las cosas bien e inteligentemente, mañana tendrá río y tendrá los recursos suficientes para vivir bien y darles una buena vida a sus hijos y a su señora. Ahora todos tenemos un río que no se volvió un desierto.

Pedro es el mismo al principio y al final, nunca dijimos que a Pedro se le apareció un hada madrina o un genio en una botella. La diferencia es que al principio del cuento Pedro le dedicaba toda su energía a subsistir en unas condiciones inhumanas y con unas perspectivas muy oscuras y a corto plazo, y al final del cuento Pedro le dedica sus energías a crear una empresa, a proteger el medio ambiente y a prosperar en su vida. Pedro pudo ver que tenía mejores opciones, pero lo vio por coincidencia. Si alguien se lo hubiera hecho ver antes, con seguridad que hubiera empezado a cambiar desde antes.

El problema radica en que estos “enemigos” del medio ambiente no ven otra salida que hacer lo que hacen usualmente. La solución está en que puedan ver que hay otras formas de hacer las cosas mucho más productivas, mucho más amables con el entorno y que les van a dar muchos mejores ingresos económicos.

La única salida es enseñarles cómo hacer las cosas de manera inteligente.

¿Y quién les va a enseñar? No serán los políticos locales que no se los han enseñado jamás. Todos los demás que los rodean, o tienen intereses personales más fuertes para no mostrarles otras vías de aprovechamiento de sus recursos, o son tan ignorantes como ellos mismos sobre las posibilidades de lograr una mayor prosperidad mediante un cambio.

Los que les podemos enseñar somos nosotros, los que ya hemos visto que las cosas sí pueden ser diferentes. Los que creemos que podemos hacer obras importantes por el planeta, los que creemos que podemos dejar una huella positiva, los que creemos que las personas pueden vivir mejor y que nosotros les podemos ayudar a hacerlo. No lo haremos por puro altruismo, es cierto. Lo haremos porque queremos tener muchos peces y un río en dónde pescar mañana, pero también es cierto que nos alegraremos al ver a nuestros amigos del río disfrutando de unas condiciones de vida mucho mejores. No hay nada qué perder si lo hacemos, en cambio sí habrá mucho a favor nuestro, de los demás, del medio ambiente y del mundo.

La única forma para que no haya esos “enemigos” es ayudándolos a que se vuelvan “amigos”. Amigos nuestros, amigos de ellos mismos amigos del río y amigos del planeta. Está en nuestras manos la solución. ¿Por qué dejárselas a otros que ni siquiera sabemos si van a llegar algún día?

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